El prestigiós guionista basc Michel Gaztambide (Ate, França, 1959), famós per guions tan potents com el Vacas (Juliol Médem, 1992) La caja 507 i No habrá paz para los malvados, (Enrique Urbizu, 2002 i 2011) o darrerament per produccions de Movistar + com Gigantes (2018) o Libertad (2021), aterrarà a Manacor per impartir (la setmana entre el 5 i el 9 de juliol) el taller ‘la Cuina del guionista’, organitzat per l’hiperactiu Cinemaclub 39 Escalons, amb les inscripcions encara obertes.
-¿Cómo surgió la posibilidad de impartir un taller de guión en Manacor, cómo conoció a la gente del Cinemaclub 39 Escalons?
Porque Toni Mas, uno de sus integrantes, fue alumno mío primero en Sarobe, cerca de San Sebastián, y después durante unos meses en Barcelona donde volvimos a coincidir. Pasados unos años me llamó para ver si podía impartir un taller de guión que querían organizar. Me pareció una idea extraordinaria y acepté… esta va a ser ya la tercera vez que vaya. Además Mallorca me parece un lugar maravilloso, así que yo encantado siempre de regresar. Las dos primeras ediciones de ‘La cuina del guionista’ fueron un éxito de participación.
-Hablando de cocina, ¿Qué ingredientes básicos debe tener un buen guionista? ¿Es una cualidad innata o necesita perseverancia?
Un guionista tiene mucho de técnico, de artesano. Debe tener un don para inventar y estructurar historias, eso seguro. Además de un fuerte sentido común e intuición. Creo que estas son características fundamentales para que las cosas salgan bien… y no casarte con lo primero que tengas, ser tremendamente crítico con uno mismo.
-¿Tratar al espectador como si fuera más inteligente?
Siempre ha sido así, al menos en mi caso. Llega un punto en que las personas ya han visto mucho y tienen el criterio suficiente como para no dejarse engañar por un imbécil como tú. Por eso digo que siempre es conveniente tener un lápiz rojo, aunque no sea muy habitual cuando se empieza. Al mismo tiempo debes ser consciente de que estás compitiendo con otros guionistas y eso forzosamente conlleva un aprendizaje. Y después tienes las exigencias del director y del espectador.
-¿Debe ser curioso?
Creo que ya hay que tener curiosidad para salir de casa… entiendo que eso es clave en este mundo. De niño siempre te preguntas el porqué de las cosas. Es la sociedad la que al final la neutraliza y la adormece.
-Eso que siempre se ha dicho de que es más fácil hacer llorar que reír, ¿Está de acuerdo? Es decir, ¿Hay algún género más agradecido que otro?
Yo aún no he escrito ninguna comedia, por incapacidad supongo. Aunque a mí las películas que más me gustan son las italianas de los años 40, porque reflejan muy bien el melodrama de la vida, saber que en un mismo día puedes reír pero también recibir una noticia que te haga llorar. No existe un género fácil; de hecho escribir un guión de género pienso que es lo más complicado que existe, porque todo el mundo ha visto muchos thrillers, montones de comedias románticas… se tiene tendencia a creer que el espectador es un elemento manipulable, y ya no es así. Hay que afrontar un género conociendo muy bien antes su mecánica, siendo original pero a la vez respetuoso y tomárselo muy en serio. Hay que tener cuidado. Los guionistas primerizos quieren empezar a escribir siguiendo un género muy marcado, y yo siempre les aconsejo que los mezclen porque así tendrán más acceso al mercado. Ellos creen que así les será más fácil pegar el pelotazo de primeras… pero es que igual también te suicidas.
-¿Un guión férreo garantiza una buena película?
Existe lo que llamamos el guión de hierro, que es el que te permite, en las peores condiciones posibles, lograr el tránsito al espectador. Pero en general durante los rodajes siempre hay aportaciones nuevas, que entre otras cosas implican una manipulación del tiempo… y después está el montaje. Está el tempo, el ritmo de dirección del personaje, la producción que es importantísima y que también puede cambiar notablemente las cosas. Son muchas las fases creativas que hacen que un guión vaya variando. Tarantino dice que la última versión de guión es la última de montaje. Hay mucho margen de libertad creativa.
-¿Tiene usted la impresión de que la profesión ha cogido enjundia durante los últimos años, que la gente ya no mira tan mal al guionista?
Eso es. Antes le decías a tu padre que querías ser guionista de cine y te metía en el ejército. Hoy en día ya es vista como una profesión respetable y de futuro. Y buena parte de esa nueva visión es gracias al éxito de las series, aunque eso vaya en detrimento de los largometrajes. Es decir que si ahora dices que trabajas escribiendo para la Casa de Papel hasta te invitan a comer. Se ha dignificado mucho. En los Estados Unidos, por ejemplo, ya es la segunda industria que más dinero mueve solo por detrás de la armamentística, y aunque en España no se llega a tanto, nunca había tenido tanto músculo. Las nuevas plataformas valoran el contenido y ese contenido viene de la mano de los guionistas.
-El prestigio, al fin
Hasta el punto de que en los títulos de créditos salen cosas como ‘creada por’, a mi me chirría ¡Y es que además es mentira!, suena a como si fuera algo extraordinario parido una noche de luna llena… cuando es un trabajo de mucha más gente. Al mismo tiempo eso hace que incluso para las plataformas se reduzca cada vez más la importancia del productor o del director, porque se buscan historias que se resuelvan en poco tiempo. Afortunadamente en las series que he trabajado yo para Movistar junto a Enrique Urbizu (Gigantes, Libertad) o Mariano Barroso (La línea invisible) se tiene mucho en cuenta la opinión del director y se le sigue dando las riendas del proyecto.
-¿La manera de escribir guiones ha cambiado con la irrupción masiva del formato en capítulos donde hay que comprimir la trama?
El guión en realidad tiene cien años, por lo que es un arte joven. Tampoco se escribe igual antes que ahora. Si hacemos una analogía, la dignidad de una novela sigue estando en el largometraje; La dimensión y la profundidad que te da la hora y media o dos horas para poder contar una historia que pueda cautivar al espectador, no te la da la serie. Hay series que son la hostia, pero casi todas beben del folletín, de intentar ‘venderte’ algo para que compres la siguiente entrega. Por eso la estructura de guión es diferente, en el sentido de que es más estratégica y tendente a los trucos, por muy rastreros que sean.
-Y la capacidad de atención de consumidor joven cada vez es menor…
Eso parece. Las plataformas ya te dan la posibilidad de acelerar los capítulos e incluso hay gente que los ve enteros de esta forma. Alguna serie española, de la cual no daré el nombre, utiliza incluso escenas más aceleradas de lo normal de manera consciente como característica… el mundo de hoy en día es un sindiós. 45 minutos pueden resultar adecuados para según que géneros como la comedia, pero en general a las series le ves las costuras… con lo que las tragaderas del espectador tienen que ser enormes. Aunque, como le decía, todavía hay excepciones que cuentan las historias extraordinariamente bien y donde cada capítulo es como una película en sí mismo, algunas de la BBC por ejemplo. Como también pasaba antes con los folletines: claro que muchas obras de Dumas o Los Misterios de París son mayúsculos.
-¿Cómo ve el futuro del cine en salas?
Ciertamente es un momento muy crítico para los programadores a los que le gusta el cine. Porque entramos en un periodo donde a la gente le va a costar más acudir a la sala y donde la experiencia de ir en grupo todavía puede ser vista como peligrosa. Y eso se nota y se va a notar en la taquila del cine nacional. Pero al mismo tiempo cuando ves que las grandes plataformas están comprando salas, es porque algo saben. Sí que creo mucho en un nuevo auge de los cines de barrio, de los festivales y de cineclubs como 39 Escalons, por ejemplo. Porque como en todos los órdenes de la vida hay una reacción a lo oficial.
-¿Hay pues que reandar el camino?
Como le decía, los programadores son los que van a tener más trabajo para reactivar el cine. Pienso que van a tener que volver a la base, a las sesiones matinales para atraer a nuevo público, y a los programas dobles. Los jóvenes acabarán por darse cuenta de que en el cine está la verdad de los audiovisuales. Realmente creo en ese efecto boomerang. Mire, hace unos días que he vuelto de un festival en Francia, y es cierto que durante las proyecciones las salas no se han llenado y que después del año de crisis sanitaria parece que habían vuelto los felices años veinte y todo el mundo estaba en las terrazas, pero estoy seguro de que volveremos al cine y dejaremos atrás ese sistema interesado de ver el cine solo en casa. Tengo mucha confianza en que esto pueda resolverse.