Opinió / Lluís Abbou

 

Thrilling Cities (“Ciudades emocionantes”) es el título de un diario de viaje escrito por el británico Ian Fleming y que cubre catorce metrópolis. El inglés creador de James Bond, quien era bastante mejor escritor de lo que la gente suele creer –como me corrobora Javier Marías–, nunca habló de las ciudades de su país natal, Inglaterra, así que lo haré yo. Fleming escribió su guía turística a petición del rotativo The Sunday Times, donde los artículos fueron publicados ocasionalmente entre 1959 y 1960. Finalmente, su editorial de confianza, la aún hoy prestigiosa Jonathan Cape, los publicó en un solo volumen en 1963, tres años después, y con nuevo material.

Londres es la ciudad más grande de Europa y la población del mundo en la que se hablan más idiomas a la vez. Tiene más de siete millones de habitantes que pertenecen a cuarenta culturas diferentes y en 2017 recibió 20 millones de turistas –y ningún londinense se queja por ello.

En Londres uno encuentra el victoriano Parlamento de Westminster que saltó por los aires en V de Vendetta o ese barrio de la ya clásica navideña Notting Hill donde se enamoran la actriz americana de Julia Roberts y el librero interpretado por Hugh Grant. Aquí, en Londres, puedes cruzar el puente de la Torre de Londres como hacía Bridget Jones, atravesar el andén 9 3/4 como Harry Potter, ver el MI6 desde el Puente de Vauxhall como Dame Judi Dench en Skyfall o visitar a Sherlock Holmes en su propia casa.

Cuando viaje a esta ciudad, debe subir al London Eye para sentir Londres bajo sus pies. Con 135 metros de altura, es una de las norias mas grandes e impotentes del mundo. Sentirá estar volando como Peter Pan o Mary Poppins. Junto al “gran ojo” se encuentra el Támesis, uno de los ríos más largos de Europa e icono de la ciudad, donde los mamuts solían calmar su sed. Si quiere sentirse como James Bond puede contratar una lancha y recorrerlo como hizo Pierce Brosnan. Los menos aventureros pueden pasear por su orilla y disfrutar del horizonte de esta imponente ciudad, aunque cabe decir que el río no es tan encantador como parece: Hitchcock rodó aquí la primera secuencia de Frenesí, donde aparece un cadáver flotando. Muchos de los edificios emblemáticos de la ciudad se encuentran a orillas del Támesis por lo que un viaje en barco es su mejor aliado. Les recomiendo un crucero con paradas libres para poder subir y bajar tantas veces como le plazca.

El Southbank, al sur del Támesis, es una de las zonas más animadas de Londres. Aquí podrá pasear bajo los árboles con unas vistas colosales, ver una obra de teatro en el National Theatre o visitar el Southbank Centre, un centro cultura donde cada día se realizan firmas de libros, ponencias, debates, exposiciones y demás. Es en esta zona donde ocurre también una de mis escenas favoritas de Love Actually, cuando Liam Neeson acaba de enviudar y se sienta en un banco con su hijo y este le confiesa que está enamorado. Saint Paul no está lejos. Es una catedral anglicana, la única barroca de Inglaterra y la segunda más grande del mundo, donde están enterrados el almirante Nelson y Lawrence de Arabia y en ella se casó (y de alguna manera murió) la princesa de Gales, Diana. Su joya es la cúpula.

Si le interesan los museos, no se pierda el British Museum. Desde su apertura a mediados del siglo XVIII, alberga miles de años de historia. Con más de siete millones de objetos de todos los continentes, su colección es de las más grandes del mundo… ¡lo que hace el expolio! Y esto, señores y señoras, les va a encantar, la entrada a la mayoría de las galerías es gratuita.

Lo mejor para moverse por la ciudad es la Oyster Card, que se recarga en las máquinas de las estaciones con el dinero que quiera y puede ser usada en el metro, bus, barcos y teleféricos. Si no le gusta el transporte público, siempre puede alzar su brazo derecho y parar a un típico taxi negro de cinco plazas, seguramente más económico que el trasporte público si va acompañado.

Por tradición y probablemente de manera correcta, el hotel Rosewood es considerado como el hotel número 1 para los visitantes de la capital. Los hoteles de lujo están creciendo como setas en Londres, pero son también favorecidos por los turistas el Dorchester y el Claridge’s. ¿Menos dinero para gastar? Existen numerosos alojamientos de cama y desayuno (conocidos como “bed & breakfast” o, sencillamente, “b&b”) a precios muy razonables repartidos por toda la ciudad.

Hay tantos restaurantes en Londres que probablemente la mejor manera de elegir es caminar despacio hasta que vea uno que le guste, aunque debo recomendar Cambio de Tercio y Rules. Establecido por Thomas Rule, el primero es el restaurante más antiguo de la capital, sirve comida tradicional británica (aunque parezca difícil, le sorprenderá, de postre, el Cropwell Bishop Stilton –galletas y queso Stilton con un twist). Por otro lado, el segundo, Cambio de Tercio, fundado y regentado por el rioajano Abel Lusa, es el restaurante español de referencia para españoles y londinenses en la capital. Situado en el exclusivo barrio de Kensington, se ha convertido en pionero en ofrecer cocina moderna. Por sus mesas han pasado los mejores tenistas, personalidades del fútbol, políticos, escritores, actores y monarcas. Cambio de Tercio es sinónimo de pasar un rato agradable mientras se disfruta de una experiencia gastronómica innovadora. Tampoco puede perderse Belgo Central para comer mejillones con patatas fritas, los cócteles del Savoy, los pastelitos de Fortum & Mason en Picadilly, las magdalenas decoradas de Peggy Porschen, los fish & chips de Poppies para también ser transportado a los años 50 y los asados de domingo tanto en los pubs Smokehouse como en The Princess of Shoreditch.

Si es lector, en su maleta no puede faltar algo de Ian McEwan (yo le recomiendo Sábado, una advertencia contra el intervencionismo con la guerra de Irak de fondo) y de H.E. Bates (la historia de amor y guerra de Amada Lydia, o Mi amada Lydia según la edición, sería mi opción).

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