Opinió / Lluís Abbou
Jaime Peñafiel lo ha vuelto a hacer. En 2018 le dije, en una carta al director de El Mundo, que necesitaba darse una ducha de humildad. Esa carta debió tocarles las fibras al “periodista monárquico” porque a los pocos días, y por mi absoluta sorpresa, recibí una llamada suya.
El domingo 8 se emitió en Estados Unidos, y en Reino Unido el lunes, una entrevista con los Duques de Sussex Harry y Meghan desde Los Ángeles, donde viven después de haber decidido dejar de ser miembros oficiales de la Casa Real Británica. Este pasado martes en Cuatro al Día, Jaime Peñafiel atacó con dureza a la ex–actriz y ahora Duquesa de Sussex tachándola de “desequilibrada”. En la entrevista conducida por Oprah Winfrey, Meghan y Harry (nieto de la reina Isabel II de Inglaterra) desvelaron que antes del nacimiento de su primer bebé se mantuvo una conversación en la que se preguntó a Harry de qué color tendría la piel su hijo (Meghan es mestiza) y que significaría eso para la corona.
Peñafiel ha justificado los prejuicios de la casa Windsor recordando que la madre de Meghan es “totalmente negra.” Jaime Peñafiel, también comparó a la duquesa con Diana de Gales (la fallecida madre de Harry y su hermano William). En el programa de Mediaset las describió como “desequilibradas”, cosa que la gran Cristina Fallarás le reprochó. ¿La respuesta del supuesto periodista monárquico? “Yo asumo lo que digo, Diana era una total y absoluta desequilibrada.”
No soy el mayor fan de Meghan, pero en esa entrevista se ve su dolor. Todas las mujeres que se casan con miembros de la familia real son atacadas. Pero Meghan lo ha tenido peor que nadie, pues la atención a la que ella fue sometida estaba impregnada de racismo. Se han dedicado muchas líneas a criticar sus elecciones de ropa, esmalte de uñas e incluso su barriga. Los periodistas han cuestionado la identidad racial de Meghan y han sugerido que tanto ella como Harry merecen que se les quite la ciudadanía británica. Es un caso feo de doble rasero.
A pesar de la amistad del príncipe Andrew (hijo de Isabel II) con el delincuente sexual convicto Jeffrey Epstein, éste conserva sus títulos militares mientras Harry perdió los suyos. Si bien el FBI dice que el príncipe Andrew no respondió a las solicitudes de entrevista, la familia real inició una investigación sobre el presunto acoso de Meghan a dos miembros de su equipo mientras vivía en el palacio. Meghan y Harry son populares y carismáticos. Encantan al público y conectan con las multitudes. Habrían sido embajadores de gran éxito en viajes oficiales. Pero quizás este fue siempre el problema. Al igual que Diana, Meghan y Harry habrían deslumbrado demasiado y eclipsado a otros miembros de la realeza.
Lo que el verano pasado (el verano de Black Lives Matter y los derrumbes de estatuas coloniales) reveló con mucha claridad fue que millones de personas en Europa consideran el racismo como un problema estadounidense, más que británico o español o francés o belga o alemán o italiano. A raíz de la muerte de George Floyd, los periodistas rechazaron repetidamente cualquier sugerencia de que el movimiento que había surgido en los Estados Unidos tuviera alguna relación con las experiencias de los negros en los países europeos. Hoy, a pesar de estas negaciones y las más recientes del señor Peñafiel, millones de personas en los Estados Unidos y todo el mundo están ocupadas discutiendo los problemas reales de Gran Bretaña con la raza y el racismo.
Se pueden establecer paralelismos sorprendentes entre la entrevista de Oprah y la dada en 1995 por la princesa Diana, que sacudió a la familia real en ese momento. Como dijo Harry, “tenía miedo de que la historia se repitiera”. Su madre le había hablado de los pensamientos suicidas que experimentó mientras estaba embarazada y de la falta de apoyo que recibió. Al igual que Diana, Meghan se sentía atrapada y sola, y dijo que a veces ni siquiera se le permitía salir a almorzar con amigos. Cuando Diana murió en un accidente automovilístico, un jurado dictaminó que fue en parte culpa de los paparazzi.
El pueblo británico juró que esto nunca volvería a suceder. Sin embargo, parece que no han aprendido nada de su muerte. Si hacer un trabajo es tan miserable, y si la cobertura de la prensa es tan incesante e injusta, que una joven confiada, vibrante y exitosa se ve reducida a lágrimas, ¿no es necesario que se cambie la manera de trabajar? Según los medios, Meghan Markle comía aguacates alentando así la sequía y el crimen en Colombia. Según las revistas, “¿Por qué Meghan Markle no puede apartar las manos de su panza de embarazada? Los expertos hablan: orgullo, vanidad y actuación.”
Dice también Peñafiel que Meghan y Harry han hablado mal de Su Majestad Isabel II. Me pregunto si éste realmente ha tenido la oportunidad de ver y entender dicha entrevista ya que todavía no se ha emitido en español. Si hubiera comprendido las palabras de Harry y Meghan, Peñafiel sabría que sólo hablan bien de una persona: Isabel II, a quien Harry “respecta muchísimo.” Como colofón, Peñafiel mostró su indignación por el nombre que la pareja podría dar a su futura hija: Diana. “Esto es un morro, y lo están rentabilizando”, criticó el periodista. Me gustaría saber en qué mundo vive: ¿cuántas niñas se llaman como sus abuelas? Me pregunto si piensa lo mismo del hijo del futuro monarca, cuyo nombre es George, como su tatarabuelo (padre de Isabel II). Señor Peñafiel, se lo dije en 2018 y se lo repito en 2021: dese una ducha de humildad.