Opinió / Lluís Abbou

En Inglaterra, no vivo en una residencia de estudiantes. Sin embargo, estoy cerca y voy bastante ya que algunos de mis amigos sí que habitan en una. Cuando voy me gusta mirar hacía arriba. Me fascinan los letreros que aparecen en las ventanas de las cocinas hechos con notas adhesivas de colores chillones: “Envíen vodka”, “¿£9.000 para qué?”, “Que se jodan los políticos”. El que más me gusta es: “Soy claustrofóbico”.

Ustedes también serían claustrofóbicos si estuvieran confinados en una habitación mientras gastan miles de libras en educación. No importa qué estudies o quién seas. Nadie, absolutamente nadie, puede pensar que lo que nos está sucediendo en este momento a los estudiantes está bien.

La experiencia estudiantil no es un monolito, pero está claro que esta generación ha sido golpeada de todas las partes habidas y por haber. Ahora estamos siendo rehén de instituciones y propietarios que necesitan nuestro dinero. Esta es una educación en puro cinismo. Es una absoluta desgracia.

Algo de esto es culpa del gobierno de Boris Johnson, por supuesto. O del de Sánchez, ya que la situación no es tan diferente en España. El absoluto fracaso en planificar lo que era fácilmente predecible. El abuso de los propietarios atrapando a los estudiantes en alojamientos costosos. Una negación total de lo que Coronavirus significa a largo plazo: el desempleo masivo para jóvenes. Más que esto, sin embargo, es la apoteosis de lo que se ha convertido la educación: una fábrica de exámenes donde encarcelamos a los adolescentes, diciéndonos que sin un título nuestro futuro no es demasiado brillante.

Los profesores han pasado horas asesorando a sus pupilos y tratando de levantarles la moral. He experimentado cómo de seriamente se toman su deber de cuidado, pero se ven obstaculizados por una administración que mercantiliza la educación. En cuanto a la educación primaria, han sido víctimas de la mentalidad de querer evaluar a niños de seis años, obsesionados con las escuelas primarias y siempre considerando la enseñanza privada o concertada como algo que es mejor evitar.

Si el COVID19 es una oportunidad para reiniciarse, ¿qué diablos estamos haciendo? Dejando de lado la salud física cerrando piscinas y gimnasios estamos causando enormes problemas de salud mental a la juventud. Todos hemos estado sujetos a mensajes tremendamente contradictorios, pero nadie más que los adolescentes que han sido recriminados durante años por utilizar sus teléfonos y ahora se les dice que sólo pueden recibir educación en línea. 

Las pasadas Navidades, la mayoría de los estudiantes universitarios nos fuimos a casa –– posiblemente matando a una abuela o dos–– y algunos aguantaron en las residencias de estudiantes, pasando Nochebuena solos y con comida de microondas. La mayoría se sintió abandonados, como si no hubiera nadie a cargo… porque es que no lo hay.

Ha habido una segregación completa y absoluta de sistemas que no se han coordinado de ninguna manera. Si el gobierno no habló con las universidades sobre los planes para el inicio del año académico, entonces ¿por qué las universidades aceptaron esta situación excepto por interés financiero? La mayoría de los estudiantes creían que en su habría enseñanza en línea, y una vez en campus nos dijeron que todo sería online. La lección que hemos aprendido es sencilla: no confíes en nadie. Esta puede ser una situación sin precedentes, pero no impredecible. 

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