Opinió / Lluís Abbou
Son las 13,15 horas del 7 de agosto de 1986. Empiezan las vacaciones de Carlos de Inglaterra y la tortura de Diana de Gales, que se pasó el verano vomitando. En la base aérea de Son Sant Joan, el avión de Carlos de Inglaterra y su esposa aterriza en la isla mallorquina. Junto a ellos sus hijos Guillermo y Harry. Carlos es criticado por viajar en el mismo avión que el heredero a la corona. Mallorca se convierte en el centro del mundo. Han estado casados cinco años, pero ya hay rumores de divorcio. Quedan años para la ruptura y varias visitas más a Mallorca.
Los cuatro son recibidos por la reina Sofía y el príncipe Felipe. Llegan a Marivent y se embarcan en el Fortuna para seguir la Copa del Rey de Vela en la que participa el entonces rey, Juan Carlos. Diana y Carlos nos visitaron en tres ocasiones más y Diana regresaría sola, divorciada, en 1996. “El primer viaje lo pasé entero con la cabeza en el váter. Lo detesté. Me sentí incomodísima”, le contó Diana a su amigo Andrew Morton.”. Aunque algunos medios hablaron de un posible romance entre la princesa y el ahora exiliado, parece que la princesa no soportaba a Juan Carlos ya que le consideraba un “playboy”. Carlos pintaba acuarelas en Valldemossa y Diana tomaba el sol en las playas del sur.
Parece que la princesa no soportaba a Juan Carlos. Le consideraba un “playboy”
Si al principio Diana causó una grata impresión entre los periodistas, poco a poco ésta se fue deteriorando. Se le acusaba de ser ingenua y frívola. Esta catástrofe duró poco. Diana volvió a ser admirada y adulada a raíz de los viajes oficiales que inició a solas a varias partes del mundo. Su comportamiento era más que perfecto. No tardó mucho en desprenderse de la severa rigidez real para hacer lo que ella quería. Esa audacia cautivó a los paparazis. Diana era la pieza magistral de toda la familia real. Además, su voceada separación de Carlos era ya casi un hecho. Una explosiva entrevista para la BBC en 1995 destapó las intimidades entre la pareja. La propia Diana se encargó de proporcionar hasta el más mínimo detalle, además de despotricar contra la monarquía.
El escándalo dio la vuelta al mundo. Aparecieron amantes y grabaciones telefónicas. Carlos había reconocido su infidelidad con Camila Parker-Bowles. Diana la suya con James Hewitt. Las acusaciones van y vienen. Finalmente, Diana accede al divorcio. De víctima a vencedora. Pierde el título de Alteza Real, conserva el de Princesa de Gales. Obtiene 15 millones de libras. Es decir, ella y Carlos, después de 16 años de matrimonio, se ponen de acuerdo en algo. Acostumbrados desde tiempos inmemoriales a este tipo de desarreglos (Ricardo III quiso cambiar su reino por un caballo, Enrique VIII desposó a seis mujeres y mató a dos de ellas, Isabel I tuvo amantes desde los 14 años y Eduardo VIII abdicó por el amor de Wallis Simpson) los británicos se mantenían expectantes. Esta vez la situación es más grave. Se discute el destino de la corona. La reina piensa en gobernar hasta que Guillermo cumpla los 18 años para entregarle el trono y evitar que su hijo, Carlos el Odiado, sea el rey. Esto se especula desde 1992, aunque nunca se cumple.
El escándalo dio la vuelta al mundo. Aparecieron amantes y grabaciones telefónicas
La transformación es patente. El cabello más corto y rubio, una figura atlética e impresionante seguridad. Sigue siendo la delicia de los fotógrafos. Es la princesa humana, la Princesa del Pueblo, y solidaria que sorprende a todos con sus viajes a Bosnia o a Angola. Su cruzada por erradicar las minas antipersonas y de impulsar una campaña mundial con el objetivo de prohibirlas es seria y trascendente. Igualmente, el apoyo que brinda a mutilados por la guerra, ancianos, enfermos con sida o a la comunidad LGTB.
De pronto tiene ideas geniales. Como la de subastar los vestidos que usó cuando fue esposa de Carlos. No sólo borró definitivamente su imagen de compradora compulsiva, sino que reafirmó su figura de embajadora de buena voluntad. El dinero obtenido de la venta contribuiría la caridad. En la galería Christie’s de Nueva York, los 79 vestidos de fiesta de Lady Di significaron una suma de más de tres millones de dólares. Uno de los más caros fue el llamado “Travolta”, que lo usó la noche que bailó con John en la Casa Blanca de Reagan.
Los últimos meses habían sido buenos para Diana. Comenzó a salir con Dodi Fayed, divorciado e hijo de Mohamad Al-Fayed, millonario de origen egipcio dueño de la tienda Harrods de Londres, un símbolo nacional. Se enamoraron. El primer encuentro tuvo lugar en Saint Tropez. Allí acudió Diana con sus hijos a pasar las vacaciones de julio. Luego, la princesa y Dodi partieron a Córcega y Cerdeña. Los paparazzi captaron el romance que Diana jamás intentó ocultar. Diana cristiana y Dodi mahometano. Si realmente se casaban, ¿qué podía suceder? “Han sido las vacaciones más hermosas de mi vida”, repitió Diana varias veces. También serían las últimas.