Las redacciones de Joana

Opinió / Lluís Abbou

Mi profesora de literatura española y catalana de la escuela secundaria, Joana Valle, nos hacía entregarle una redacción semanalmente. Nos dijo que teníamos que intentar escribir cada día y yo me tomé ese consejo muy en serio. Pensé que me estaba ofreciendo una sabiduría preciosa. Desde ese momento, intenté cada día poner sobre papel algunas palabras , convencido de que había encontrado la clave para ser un verdadero escritor. Con el paso del tiempo, aprendí que esta idea de escribir a diario es un consejo bastante común entre los profesores de esa materia y otros escritores, pero seguí comprometido con la causa con la esperanza de que esa disciplina me convirtiera en un verdadero escritor, un buen escritor, un gran escritor.

La contraportada de uno de mis libros dice que soy “un lector de día y un escritor de noche”. No es ninguna mentira: estando aún en el instituto antes de ir a dormir me sentaba en la cama, siempre en la oscuridad, y tecleaba relatos cortos. Algunos son buenos y otros no tanto y tal vez algún día verán la luz. Supongo que fue reconfortante poner tanta energía en hacerme sentir como un verdadero escritor al no encontrar una validación externa. Y así como escribía todos los días, también leía diariamente por el placer de las palabras de los demás y por lo que podría aprender de ellas. Cada vez escribía un poco más. Redactar es como un músculo que tienes que ejercitar. Luego conseguí escribir sobre cine en una web bastante conocida. Aún así, escribía todos los días sobre otros temas para que ese músculo se mantuviera fuerte. Comencé a escribir para articular mi comprensión del mundo o mi lugar en él. Poco a poco conseguí publicar mis columnas en una revista local. Cuando sucedia algo importante en el mundo era capaz de escribir un artículo porque había pasado muchas noches practicando. Mi fe ciega en esa práctica valió la pena.

En invierno de 2014 empecé a componer un libro sobre James Bond. Fue una experiencia emocionante. Fue algo divertido porque todo estaba en juego, pero al mismo tiempo nada lo estaba. Estaba escribiendo para mí y no me preocupaba que mis palabras sobre 007 fueran publicadas o no, pero finalmente lo fueron. Mi carrera (si es que ya es una carrera) floreció. Había cumplido algo que jamás había soñado. No me atreví a soñar más allá de eso, por lo que cada momento desde entonces es emocionante de una forma u otra. En el camino he aprendido que como más tienes que escribir, menos tiempo tienes para pensar, leer y teclear. Aprendí que el negocio de la escritura y la escritura en sí son dos cosas muy diferentes. Escribir es un acto de creación y el negocio de la escritura es hacer todo lo que esté a tu alcance para garantizar que tendrás la oportunidad de volver a crear.

No sé qué pensar de hasta dónde he llegado a los 20 años o de la forma en que las personas responden a mis escritos. No sé qué hacer con las oportunidades que se me presentan, aunque no doy nada por sentado. Ahora vivo en otro país. Escribo en webs especializadas de James Bond, escribo sobre Londres y España y comparto mi opinión. Ahora me invitan a eventos. Gracias a la escritura he conocido a mis héroes. Cuando viajo, escribo en aviones porque Internet en esos cacharros es inexistente y, por lo tanto, no hay distracciones que impidan que me concentre. Escribo en los pasillos de los aeropuertos cuando los hombres con trajes arrugados hablan en voz alta a los micrófonos de sus auriculares sobre asuntos muy importantes. Escribo en los buses y en el metro. Escribo en mi propia casa, siempre sentado en mi sofá y con la televisión encendida de fondo o escuchando un podcast u otro.

Sí, todavía práctico todos los días, pero en ocasiones se convierte en algo difícil. Al final de un largo día, cuando finalmente tengo la oportunidad de abrir mi ordenador, me dirijo a Twitter, leo las noticias o trato de responder algunos correos electrónicos. Entonces recuerdo que soy un escritor que debería estar escribiendo, así que abro un archivo de Microsoft Word y leo lo que he mecanografiado anteriormente para orientarme. Toco algunas líneas. Vuelvo a Twitter. Toco algunas líneas más. Me convenzo a mi mismo que he escrito lo que tocaba para ese día y, por lo tanto, he hecho lo que Joana me aconsejó hace mucho tiempo dándome clase en La Pureza.

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